Esta temporada está llena de óperas que se representan una  vez o dos con elencos que vienen de fuera, generalmente especializados en las obras y que dejan satisfecho al espectador y hacen quedar muy bien a la organización artística del teatro.

 Como ejemplo, simultáneamente en el tiempo el Real presentó, La Voz Humana de Poulenc, Erwartung de Schoenberg y Carmen, la de Bizet, en versión original. Intentaré esbozar unos breves comentarios de cada una de ellas. Las dos primeras en una misma representación escenificada a la que dedicaron seis funciones. Dejaré  Carmen para el final pues aunque las  tres inciden en el tema de la mujer, las primeras son del siglo XX en su desarrollo y evolución y ebullición de cambio en el arte de la composición (es decir la deriva al atonalismo y dodecafonismo) y Carmen es opera del verismo que sigue los cánones clásicos.

   La Voz Humana es un monólogo dramático que pretende reflejar la vivencia a través de una conversación telefónica del desamor de su amante cuando elle le llama para aclarar la ruptura. Le monologo cantado fue espléndidamente servido por la soprano Ermonela Jaho, artífice prodigioso del éxito de la velada. Como cantante como actriz como verdadero arte de meterse de lleno en el rol hasta caer agotada dio una auténtica lección de versatilidad y dramatismo con una representación llena de matices ante una música que queda relegada a un relativo segundo plano porque va perfectamente enhebrada a la palabra del monologo.

  Erwartung es una obra maestra del siglo pasado. Arnold Schoenberg fue un inteligente compositor de su tiempo que supo evolucionar desde obras tonales maravillosas (Véase la Noche Transfigurada) a obras de la fuerza dramática de la Espera de la que tratamos donde la música, podrá gustarte más o menos pero te deja impactado. Esta vez la mujer enloquece buscando a su amado y sueña con que se le aparece muerto y dialoga con el hasta despertar de la pesadilla. Fue servido por la soprano sueca  Malin Biström, de precioso y potente timbre pero luchando muchas veces con la poderosa  orquesta que traducía los pentagramas adecuados al dialogo y sus momentos. Ambas fueron un éxito para el público asistente que al principio estaba silente sorprendido hasta que se dio cuenta de la dificultad y el mérito de lo que estaba viendo. No me puedo olvidar del director de orquesta, Jeremy Rohrer que la llevo por difíciles  derroteros con experta mano firme. Entre medio apareció nuestra actriz Rossy de Palma para ofrecernos un precioso monologo  de corta duración pero equilibrado y distendido que arrancó los mayores aplausos de la noche. Debo decir que es una artista total  y no una aficionada pasada por Almodóvar para hacer reír al primero que pasa por delante. Muy buen guiño del director de escena de ambas operas, Christof Loy.

  Como contraste, ha subido    a las tablas la opera de Bizet, Carmen pero esta vez en su versión original de 1874 y no la que es escucha en todas partes. Esta se representa como ópera cómica (aunque con final trágico). Se extienden las partes habladas, se suprime la famosa Habanera y los intervalos de baile y otros detalles más que ahora no son del caso. Se encargó al famoso y estudioso de la partitura director de orquesta Rene Jacobs y a un elenco completamente francés la efectiva puesta en escena ya que no la hubo pues se desarrolló en formato de concierto. Fue un éxito. Los privilegiados que acudimos lo agradeceremos y lamentamos que solo se programara una función. En general todo funcionó a las mil maravillas, Lo orquesta barroca y el coro de cámara de Namur, los pequeños cantores de la Comunidad de Madrdi y unos solistas muy adecuados y capaces. Brilló la protagonista, Gaelle   Arquez, de muy bella voz , adecuado color y expresividad artística. Le acompañaron en el éxito el tenor  François Rougier y el barítono  Thomas Dolie como el torero Escamillo (que cantó con exacto fiato buen gusto y entonación la difícil parte del toreador) y la soprano ligera Sabine Devielhe como Micaela (papel agradecidísimo para el éxito). Todos los demás, los brillantes y jóvenes comprimarios, de ambos sexos, el coro y los niños redondearon el éxito, debidamente armonizados por el director de la orquesta de cámara barroca. Se respiró en el ambiente la nota francesa a la que estamos poco o muy poco habituados y que viene tan bien para alejarse un poco del italiano o alemán que parecen ser los idiomas de la ópera. Afortunadamente hay para todos pero hoy lució el talento joven de nuestro vecino del norte.