Estando ya pasada la cuesta de enero vuelve a actividad musical después de Navidad y son de destacar dos eventos. El primero la visita de la orquesta filarmónica de Múnich bajo la dirección de Zubin Meta con un programa dedicado a Brahms (concierto  de piano número 1 y  la sinfonía número 4) Siempre es una suerte ver dirigir en directo a un músico, ya venerable anciano, con las capacidades que todavía posee derrochando clase, energía y buen humor pero con seriedad y atento a todas las entradas. Lo hizo sentado y sin partitura. La orquesta de Múnich no es hoy la que yo conocí cuando Sergiu Celebidache era su titular y sonaba como un reloj suizo. Sigue siendo un poderoso instrumento pero algunas secciones (los primeros violines) no sonaron ni cálidos ni nítidos aunque se le puede achacar a su colocación en el escenario pero no desmerecieron al conjunto.  Acompañaron al `pianista, siempre seguro,  Yefim Bronfman, que sorteó las dificultades de la partitura con facilidad suma siempre ensamblado en el total de la orquesta  despejando pasajes de técnica dificilísimos con toda naturalidad. Merecieron un calidísimo aplauso del público que abarrotaba la sala y el solista nos obsequió con una traducción impecable de la Arabesca de Schumann si alharacas ni excesos con control del pedal en todo momento. En fin velada para el recuerdo y roguemos para que Dios conserve la salud de Zubin Mehta por muchos años,

   Después Opera en el Real bajo el título LEAR  de Albert Reimann con libreto basado en la obra de Shakespeare, el Rey Lear, se ha presentado en  Madrid una obra de un compositor vivo, lo que es de agradecer, porque ya se escucha muy poca música atonal del siglo XX, y la que se escucha se interpreta mal y con desgana salvo los títulos ya consagrados enteramente aceptados por el público como de repertorio habitual. Esta era nueva para mí y no me andaré con rodeos. Fue impactante y estridente en grado sumo, como queriendo nadar en la tragedia de  ese padre devorado por sus hijas. Lo que pasó es que no se podía salir de la percusión pues se va agravando conforme avanza la tragedia. A mí me levantó dolor de cabeza y me produjo vivía impresión porque los cantantes, que eran todos buenísimos desde el protagonista BO  Skobus hasta el último de los comprimarios  se dejaron los pulmones sobrevolando a la orquesta. Destacó la española Ángeles Blancas, buena actriz además. El mérito fue de la orquesta y el coro y la desgracia de una partitura monótona y subida de decibelios nadando entre tablas negras en oscuro montaje de Calixto Bieito. Sinceramente valió la pena conocerla para tener algo que ir olvidando poco a poco.

   Por ultimo he de mencionar que ha subido a los atriles de la Orquesta Nacional, un poco reducida por las necesidades del programa, el director italiano especialista en música del barroco y cámara famoso por su buen hacer en toda Europa occidental, Goivanni Antonini. Se presentó con un precioso programa, integrado por obras de Gluck, Boccherini y Mozart y los resultados fueron mucho más que plenamente satisfactorios, es decir un éxito total. La suite Don Juan de Gluck, una miniatura de catorce partes a cual más elegante fue desgranada con mucha atención por los miembros de la orquesta , actuando los más de ellos como cuasi solistas, es decir sin posibilidad de fallar. Brillaron las castañuelas de la percusión y la cuerda  empastada y sólida de menos a más. Luego un concierto para violonchelo de Boccherini actuando como solista Julia Hagen de la escuela de Salzburgo que nos ofreció una versión fresca en el estilo adecuado. El Púbico le premió con muy cálidos aplausos. Para terminar la Sinfonía última de las de Mozart de la que Antonini hizo una muy bella versión, Brillaron los profesores de la orquesta consiguiéndose lo mejor en el tiempo de minueto. La audiencia quedo rendida al director extasiada por la grandeza de Mozart y  el desenfado y la naturalidad de su intérprete.