Dentro del apartado anual que el coliseo de Madrid dedica a las Voces, le ha tocado el turno a la soprano lituana Asmik Grigorian y ha resultado el espectáculo mejor de los que llevamos en esta temporada.

  Esta joven  de Vilna no era muy conocida del gran público, o eso creía yo, que tuve la suerte de descubrirla en Salzburgo ante una Salome de Strauss apoteósica y un tríptico de Puccini en otra temporada y me pareció una revelación. Ahora acude a dar un recital recogiendo arias y extractos de las óperas que ha representado últimamente (Manon y Turandot ,la dama de picas en Milán o Butterfly en la arena de Verona  o el Don Carlo en Viena).

 Su recital estuvo muy bien acompañada por la Orquesta del Teatro dirigida por  el húngaro Henryk Nanasi, que en los números en que actuó solamente la orquesta, se mostró enérgico y animado y cuando acompaño a la solista la siguió con detalle y buen gusto. La soprano dividió el recital en dos partes, la primera dedicada a la música eslava y la segunda a la música italiana. Su voz y forma de canto son portentosos con un centro pleno del que no abusa y unos agudos espléndidos y electrizantes junto a filados preciosos y pianissimo cuando lo requería la partitura. Escucharla fue todo un regalo, todas las canciones que desgranó fueron deliciosas y de entre ellas destacaría la Canción de la luna de Rusalka y el aria de madama Butterfly “un bel di, vedremo” de Puccini que es lo que se le da mejor pues va con su voz la trágica música del compositor. En definitiva un éxito vivísimamente aplaudido por el público y todo una acierto del coliseo madrileño. No perdamos de vista su carrera musical pues es de lo mejor hoy en día, donde tanto abundan cantantes jóvenes con talento.