En su ciclo sinfónico de esta temporada la orquesta nacional ha ofrecido un concierto de los que dejan huella, dirigida por Josep Pons, que es todo un maestro del arte de la dirección. Este director es el principal director  español de su generación que reúne unas cualidades admirables que ahora diré. Fue durante nueve años el director titular de la orquesta y durante aquellas emporadas a las que tuve el privilegio de asistir  y transformó por completo la plantilla orquestal, intervino en la confección de sus reglamento, abrió los corsés que no la dejaban renovarse, contrató músicos para determinados programas con soluciones laborales correctas para todos y se supo granjear el afecto de sus músicos   a los que enseñó a escucharse unos a otros, sacó fuera los posibles defectos  y creó una orquesta en perfecta línea con muchas de las europeas que campan con muchas campanillas por los auditorios de Europa . Le costó ponerla   internacionalmente en el mapa y convencer a sus colegas europeos y orientales para que vinieran a dirigirla. Vinieron , vieron y comprobaron que lo que con humildad pregonaba era más que cierto al igual puede predicarse  de la orquesta y teatro de la ópera del Gran Liceu con la que está a punto de terminar , habiendo realizado otra ingente obra de transformación. Lo consigue con el trabajo bien hecho.

Pero es que además de todo lo anterior, es una magnifico músico y programador de conciertos y óperas y amante de la música del siglo veinte en la que es todo un especialista pues es un entusiasta. No obstante esta vez presentó el anillo del Nibelungo de Wagner pero solo la música de la tetralogía debida al trabajo verdaderamente ciclópeo del fallecido director Lorin Maazel (magnifico por cierto) que supo ensamblar las partes musicales de la tetralogía y resumirlas en una hora y cuarto de tiempo sin interrupción y consiguió una labor excelente – ignoro los ensayos para tan magna empresa- y un espléndido resultado. Todos los bloques de la orquesta fueron de sobresaliente y fueron levantados por Pons a la hora de los más que calidísimos aplausos que proporcionó el entusiasmado público. Enhorabuena para él y la orquesta y que siga viniendo por lo menos una vez al año.