Hace poco más de un mes que falleció el ilustre  pianista italiano Mauricio Pollini que tenía preparado un hueco en el ciclo de grandes intérpretes  de Scherzo pero no pudo por poco llegar a ello pues su salud se quebró días antes de la fecha programada. Descanse en paz. En su lugar fue llamada Martha Argerich  que accedió a sustituirle acompañada de su paisano argentino Nelson Goerner. Los dos son pianistas fuera de serie como también lo fue Pollini. Me voy a permitir explayarme un poco sobre su inmenso hacer y compartir con los lectores mis personales recuerdos. Mauricio Pollini era uno de esos genios que nacen de cuando en cuando tocados por la divina providencia, virtuoso del piano en toda su extensión pero músico inigualable (todo es un decir) que aplicó su saber y su genio musical a traducirlo y expresarlo a través del instrumento. Era versátil pero escogedor de los compositores a los que interpretaba y no tuvo nunca que decir o explicar por qué tocaba unos u otros autores. Lo hacía milagrosamente con los que le importaban. Para mí era una envidia sana total ¡¡Cuantas veces habré escuchado en disco sus estudios de Chopin para intentar aprender algo que se pudiera parecer en mi torpe acercamiento a esos pentagramas ante los que no caben interpretaciones en un sentido u otro sino solamente aspirar a ejecutarlos de aquella manera!! Su versión era la verdad de referencia ( sin que yo quiera menospreciar a los que los tocan muy bien ). Pero es que su Beethoven o Mozart eran igualmente bien reproducidos, dando ejemplo de la mejor escuela del pianismo ruso. En directo le escuché unas cuatro o cinco veces –  el dato es de memoria pero esta me puede fallar- en el número de veces pero en lo más profundo de ella guardo la fantasía coral de Beethoven que le escuché en Londres y su Chopin que siempre le oí en Madrid. Lo curioso era su afición a los músicos de la escuela de Viena y era habitual encontrarle tocando a Webern o  Stockhausen, lo que llevaba a  gala. Difícil sustituirlo pero en este caso ha sido un placer escuchar a la pareja de intérpretes argentinos, que en su honor tocaron la otra noche el día primero de abril.

   Comenzaron con la sinfonía en re mayor escrita para cuatro manos de Mozart, de dificilísimo encaje de las cuatro manos que desarrollaron con perfecto estilo y elegante facilidad… le siguió una suite de Debussy, también escrita para cuatro manos (nótese que es distinto de para dos pianos) que fue una pura delicia terminando la primera parte del recital con Darius Milhaud ,con una preciosa Scaramouche  también escrita para dos pianos que empezó a conquistar plenamente a la audiencia. La segunda parte tuvo solo una pieza de Rachmaninoff (siempre virtuosista, pues no se olvide que este compositor era sobre todo un magnifico pianista) con lo que se llegó al éxito total. El entusiasmo provocó dos obras de propina, una de Ravel (parte de Ma mere Loye) y una de Guastavino. Velada redonda y espectacular resultado.

  La naturalidad de La Argerich, que es  toda ella un fenómeno de vitalidad y alegría, no debe desmerecer y ocultar la valía de su colega para hacer estas obras a dúo. Nelson Goerner  tuvo el mérito de tocar maravillosamente bien  (al mismo nivel de ella) pero siempre sabiendo situarse de segundo aunque tocara iguales partes que la primera. Ni quiso brillar más de la cuenta ni exagerar el mínimo gesto siempre demostrando una magnifica compenetración que es lo verdaderamente difícil de estos recitales en que hay que ser un buen alquimista para conjuntarse sin perder la esencia. Menos mal que el tiempo y la métrica hacen todo lo demás.