Ha vuelto la ciclo de grandes intérpretes el antaño a podado el divo Ivo dado a cómo eran sus brillantes interpretaciones, originales pero bien pensadas de las obras que tocaba. Desde la polémica que suscitó que le fuera arrebatado el premio Chopin, con gran indignación de Martha Argerich, miembro del jurado, que se levantó y se marchó furiosa, unido a la personalidad imprevisible del pianista crearon una aureola de expectación siempre que actúa en público. La última vez que lo escuché fue en los terribles meses de salida de la pandemia del covid, en este mismo ciclo y le encontré, temeroso y recatado, muy acorde con los acontecimientos. Se le nota, como a todos, el paso del tiempo. Está más pausado, lento en sus andares y toca todas las piezas con partitura, lo que es signo de inteligencia puesto que los pentagramas le dan seguridad y sobre todo cuando se ejecutan obras que requieren un orden al ser los estudios sinfónicos de Schumann 12 con sus variaciones póstumas 5 que ocuparon íntegramente la primera parte del recital. Ni que decir tiene que se desarrollaron mas que correctamente siguiendo las indicaciones de la partitura (especialmente en los estudios donde el bajo esta marcado obligatoriamente para la mano izquierda) y salió del trance más que airoso. Previamente he omitido decir que para entrar a abordar la monumental obra antedicha, calentó motores con un preludio de Chopin, magníficamente ejecutado.
La segunda parte tenía dos obras, el vals triste de Sibelius y los Momentos Musicales de Schubert. El primero sonó verdaderamente triste, como debe ser, pero personalmente lo encontré apagado, más bien todo él en el mismo plano cuando hay párrafos que lo animan a salir de la melancolía. Los Momentos musicales, que son unas miniaturas fuera de serie sonaron frías para mi gusto y poco sentidas, eso sí, ejecutadas con admirable técnica. Quizás esta última frase resuma lo que fue el recital en sus conjunto, que no dejo de entusiasmar al público presente que tardó en aplaudir pero prolongó los aplausos al darse cuenta de la altura de ejecución y demostración de lo que puede dar de sí un grandísimo pianista.