El Teatro Real con la presencia de sus majestades los reyes de España ha inaugurado la temporada de ópera 2024- 2025 con la obra de Francesco Cilea Adriana Lecouvreuer con un más que notable éxito.
Antes de entrar en un análisis más de tallado no estaría de más hablar del estilo operístico de esta obra , que junto con la Arlesienne se representa poco pero es fija en el repertorio y normal en cualquier teatro de la opera que e se precie. Se compuso el arrimo del movimiento que se consagró para entendernos como el VERISMO. Es decir que la música bajó a la realidad de los seres humanos para reflejar en sus pentagramas, no lo que acontecía en el reino de los héroes o de los dioses, sino en traducir la verdad de los sentimientos, generalmente trágicos de la existencia humana el amor, los celos, el odio, la muerte, la vileza o la espiritualidad de los personajes. Tómese nota de que a este movimiento se sumaron el gran Puccini, Mascagni ,Leoncavallo y Giordano por citar las sendas operas habitualmente conocidas y adoradas por el público, Cavalleria Rusticana o Payasos o Andrea Chenier, y no digamos Tosca, Madama Butterfly o La Boheme. De entre todos ellos destaca la opera de Cilea que está representándose estos días en Madrid con dos repartos.
La obra en sí no está entre las que subirían a los altares peros está bien construida ( aunque el libreto es de los más enrevesado y se necesita una buena guía para entenderse) por el manejo teatral de los variados personajes, las exigencias vocales adecuadas y los roles bien distribuidos , lográndose preciosos párrafos aunque a veces la música se pierde por derroteros , como distraída hasta que retorna a entrar en situación, Se escenifican duetos, arias, conversaciones largas con los comprimarios y párrafos para el lucimiento de las voces en recitativos acompañados que no rompen el drama. Los cantantes del segundo reparto que es el que me tocó, formaron un conjunto agradable y notable rondando la excelencia las voces graves de personajes importantes del drama, tenores suficientes, una magnifica mezzo para el papel de la princesa de Bouillon y desafortunadamente una protagonista soprano que estuvo irregular en su famosa aria del primer acto, quizás preocupada por ser el primer día que salía a escena ante tanto barullo repleto de personajes yendo de menos más hasta culminar con éxito la faena. Vuelvo a decir en conjunto, rozaron lo sobresaliente. Se lo daremos al director de orquesta Nicola Luisotti , que como ya escribí otras veces sabe acompañar muy bien al fiato de los cantantes y llevo a la orquesta a cumplir un gran papel en la larga partitura sin perderse en rallentandos y otras historias fuera del estricto contexto de la muchas veces preciosos pentagramas.
Dejo para el final la magnífica escenografía, proveniente entre otros del Liceo de Barcelona atribuido al director de escena David Mc Vicar, que dio brillo y elegancia a la escena con espectaculares resultados acertando en los movimientos actorales de intérpretes y bailarines que ofrecieron un brillante trabajo y que es desgraciadamente comentado hoy por su realismo convertido en magnífico ejemplo de cómo se debe teatralizar una opera como esta. Todo en el sitio donde y para que época se escribió. Francamente mi más cálido aplauso.