Organizados por Ibermusica se han paseado por Madrid la Orquesta francesa Les Siecles, capitaneada por su director Xavier Roth Y La Philarmonia Orquesta a cuyo frente se puso esta vez el director Masako Suzuki del Japón en sustitución de Sir John Elliot Gardiner.
Los primeros fueron atrevidos en el repertorio con una versión del monumental concierto para violín y orquesta de Beethoven y la sinfonía 41, última de las de Mozart, denominada Júpiter. Para lo primero contaron con la intervención de la violinista ChouChane Siranossian que se presentaba por primera vez con Ibermusica. Pero se debieron olvidar de que les siecles trabaja con instrumentos historicistas cuyo sonido , aun siendo especial no combina bien con la magnitud de volumen de las cuerdas de una orquesta actual, lo cual llevó a la solista a una deriva tendente a tocar su parte lo más piano posible para ensamblarse correctamente, lo que desemboco en una decepción de la que la solista pudo solamente salir cuando ella sola toco un capriccio ( no el de Paganini) para dejarnos atisbar la magnitud de su dominio del violín, por lo que fue ampliamente aplaudida. Después la sinfonía Jupiter del admirado Mozart no pasó de ser una versión más, del todo correcta pero plana, especialmente en el tempo de minueto. En fin una pena porque el programa era de los de asegurado éxito. Qué vamos a hacer. No siempre se acierta afortunadamente para la diosa de la suerte.
Bastante mejor, rondando la excelencia de estos conciertos, fue el resultado aportado por la Orquesta Philarmonia. El programa contenía la obertura de Egmont de Beethoven (carta excelente de presentación de una orquesta que va de gira) el concierto para cello de Robert Schumann y la sinfonía número 6 de Dvorak. Como hubo que sustituir rápidamente al director previsto se contó con la batuta del director japonés Masaaki Suzuki, amable, buena concertadora y que dejó hacer a la orquesta que se lució haciendo gala de un sonido esplendido con las partituras dominadas, Atento estuvo Suzuki al acompañar al violoncelista Jean Guihen Queyras en todo omento consiguiéndose instantes cálidos y esplendidos pues se permitió que el solista se explayara no solo en la cadencia del final sino a lo largo del discurso. Nos regaló un encore demostrativo de la calidad de su dominio del instrumento. Por último y en contraste con la obertura de Beethoven, tímida y para entrar en calor, la sinfonía de Dvorak sonó empastada brillante, llena de buenos detalles demostrativa de la calidad y solidez de su sonido y sus posibilidades cuando se le permite tocar a sus anchas. El concierto fue cálidamente aplaudido y el éxito seguro.