El otro día, lunes 13 de febrero, Kissin ofreció un recital de piano donde puso de relieve lo ob vio, que es una gran intérprete de la música para piano. Dividió su concierto en dos partes quizás para hacer gala de su versatilidad. Un a primera integrada por la fantasía cromática y fuga de Bach, una sonata de Mozart y un Scherzo de Chopin. La otra, fue dedicada íntegramente a Rachmaninoff: Lilacs, dos preludios y sus estudios Tableaux.

  Estoy más que convencido de que su última intención era pasearnos por las partituras menos conocidas del compositor ruso, lo que logró con éxito. Nos mostró a un Rachmaninoff  como un espectacular virtuoso con el piano pero a excepción de los dos preludios, lo demás fue, para mi humilde gusto particular, una tediosa monotonía, eso sí, perfectamente ejecutada. Recibió muy cálidos  apalausos de un auditorio lleno hasta la bandera, fervoroso fan del instrumentista.

   De todos es sabido que Kissin fue lo que se dice un niño prodigio que a temprana,  muy temprana edad fue aupado por Karajan a los altares del éxito cuando con el tocó uno de los conciertos de Rachmaninoff, que fue retransmitido al mundo entero, más para dejar huella de que el famosísimo director sabía perfectamente escoger y renovar talentos, que por la interpretación- magnifica por cierto y que yo todavía recuerdo- del joven pianista que se atrevió con el reto saliendo plenamente airoso. De ahí que nos ofrezca estas partituras, lo que simplemente es de agradecer a los efectos de ilustrarnos y aumentar nuestro repertorio auditivo.

   Sin embargo en la primera parte brilló con luz propia en una traducción impresionantemente bella  del Scherzo de Chopin, que no se pudo ejecutar mejor; claridad diamantina de los pasajes, métrica perfecta sonido precioso y exactitud técnica de primerísimo orden provocaron el entusiasmo del público que no terminaba de aplaudir al llegar al descanso. Antes, la sonata  número 9 de Mozart, que resulto plana y escasa de vuelo y cantábile situada en medio de la dificultosa  fantasía cromática y fuga de Juan Sebastián Bach. A la que no se le pudo poner pero ni traba. Demostró su alta calidad pues entrar con semejante Miura es privilegio de unos `pocos como el, que se encuentra en plenas facultades. Que vuelva pronto y a ver si varia el repertorio.