En estos últimos días ha pasado por la capital el barítono rumano germano Konstantin Krimmel para ofrecernos su arte al intervenir en el oratorio de Mendelssohn” Elías” antes de Navidad. Lo ha vuelto a hacer ahora en el Teatro de la zarzuela en su ciclo anual de lied.
En el precioso oratorio destacaron los solistas entre los que se encontraba el mismo junto a soprano, mezzo y tenor volando los tres últimos a gran altura pero un poquito inferiores a la energía , buen canto estilo y resultados que derrochó el citado Krimmel. El éxito fue grande para el director AfKham, orquesta y coro y por supuesto solistas.
Cuando lo íbamos a perder de vista reapareció y pudo explayarse en una magnifico recital de lieder. Cinco canciones de Schumann, los paisajes nocturnos, los Eichendorff lieder y los Goethe lieder de Hugo Wolff para cubrir la primera parte y terminar con el ciclo de canciones de Schumann y tres canciones del ermitaño.
Todos los elogios son pocos y no quisiera pasarme de entusiasmo pero hay que concluir que fueron toda una lección. Primero de cómo se canta lied, como se matiza; se le entienden todas y cada una de las palabras del texto, se identificó con el mismo, como se traduce hasta ponerte los poemas en bandeja Después su impresionante timbre voz de bonito color sobrada en el registro por arriba, que supo adelgazarse para enfatizar ciertos párrafos románticos y delicados consiguiendo unos pianissimo inmejorables… Mi impresión fue grande porque hoy escasamente se canta lied por cantantes jóvenes, sino que se suele utilizar por los que fueron divos o divas y cuando van a retirarse pasean su arte por el mundo e incluyen algún lied en sus recitales. El historial del protagonista, sacado del programa de mano delata su vocación belcantista aunque ya es miembro de la opera de Múnich. No me olvidare del pianista acompañante, Ammel Bushakevitz que realizo una magnifica traducción de los poemas como acompañante, cuya labor es muy digna de resaltar. Algún otro día haremos con más tiempo algunas consideraciones sobre los pianistas acompañantes y del mérito que tienen en el éxito de los recitales.
Ahora pasamos a la opera con mayúsculas pues se ha programado durante varios días en el teatro Real la ópera de Ricardo Strauss “Arabella” con gran afluencia de público y rodeada de expectación. Luego expondré mi punto de vista sobre la representación del pasado viernes en concreto pero antes unas consideraciones previas. La música de Strauss (no confundir con los Strauss de los vales y polkas del concierto de año nuevo) es para decirlo en pocas palabras, una maravilla, aunque tiene periodos. Compuesta a finales del romanticismo y deseando salirse del nacionalismo del momento escribió dos auténticas joyas de todos los tiempos “Salomé” y “ Electra”. Cargadas de energía atonal y de dificultades inmensas para los cantantes pusieron fin a una experiencia fuertemente criticada en su momento. Pero con Electra Strauss se encontró con Hoffmanstahl porque la tradujo del griego y pudo hacer el libreto y de ahí pasó a colaborar con Ricardo Strauss y así componer sus magistrales s Caballero de la Rosa, Ariadna en Naxos que fueron y siguen siendo famosísimas y luego La mujer sin sombra, Elena egipciaca y Arabella que nunca fueron tan populares. Sin embargo no dejan de ser preciosas. Prescindiendo del argumento, que la única ventaja que tiene es el numero grande de personajes para los recitativos y la maravillosa posibilidad de que sus párrafos se entrecrucen formando así parte del tejido instrumental de la obra ensamblándose con la orquesta y obteniendo resultados brillantes. Recuérdese que Strauss es uno de los compositores que mejor manejaba todos los resortes de la orquesta. Desde que comienza la opera hasta que finaliza el espectador se ve envuelto en una orgia de sonidos donde las voces son un instrumento más sin que por esto se prive de escribir preciosas arias , dúos o cuartetos. De la función que asistí cumplió con más que notable la parte de orquesta- dirigida con nervio y tensión por David Afkham-y todos los cantantes con mejor o peor tino en general brillando la protagonista soprano y las voces graves, todo adecuadas para los roles y fácilmente audibles dentro de la vorágine de la orquesta lo cual ya es mérito suficiente. Lo que no puedo compartir por muy famoso que sea el director de escena fue el pobre montaje .Un cuadro en blanco solamente coloreado con mueble y medio y los trajes de los personajes. Es increíble la tiranía de los directores de escena. La suerte para el público fue que la música es tan bella y engancha de tal modo que, efectivamente pierdes la perspectiva del horroroso montaje. Por favor que incorpore el Real una obra de Strauss cada temporada. Su disfrute vale lo que la temporada entera.